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miércoles, mayo 14, 2008

Pronto... 




domingo, marzo 18, 2007

Huecos. 




Demasiado tiempo. Sí, definitivamente demasiado. En mis cuadernos hay un texto que parece repetirse incansablemente, siempre distinto, siempre el mismo. Varias hojas en las que en diferentes momentos escribí lo mismo: soy mis letras, no vivo sin ellas. Yo las alimento cuando las dejo fluir por mis dedos, ellas se llevan mi sangre, pero me mantienen viva. O al menos eso hacían. Pero desde que empecé a trabajar, la rutina diaria parece haberse llevado mis letras. Siento vacío, siento ganas de escribir, miles de pensamientos me invaden pero no hallo la forma de hacer que se filtren en la tinta de la lapicera. Si tengo que hablar de pasiones, prisiones y realidades, de un tiempo a ésta parte, mi pasión está prisionera de la realidad. Y no sólo mi pasión, digamos, literaria. Tuve que elegir una de dos materias a rendir porque no me alcanzaba el tiempo, ni físico ni mental, para rendir las dos. Tenía la oportunidad de rendir libre la que no regularicé, y me fue negada, por circunstancias ridículas y excesivamente burocráticas. A pesar de que necesito trabajar para sobrevivir (no vivir, la palabra es muy amplía como para acotarla al hecho de obtener efectivo), la frustración y el vacío me llenaron casi por completo. Dónde están mis abismos, mis espejos? Sentí que una de mis pasiones me rompía la cara de una trompada. La solución para quien no siente la mismo es sencilla: dedicate a otra cosa. Pero no sabría hacer otra cosa, no me lo imagino. Momentáneamente, sirvo para estar con el culo en la silla y estudiar, o leer, o escribir o dibujar; en un futuro, serviré para esto mismo y para dedicarme a la medicina. No me imagino en otro lugar que no sea un hospital, siendo una doctora… Mis intentos por estar más cerca de ese lugar fueron boicoteados inescrupulosamente, una y otra vez… y sigo intentando. Una de las cosas que rescato de empezar de cero una y otra vez, es que cada vez fijo más el punto de partida. No es de cabeza dura, es porque sé lo que quiero. Volviendo a mis letras, las escucho gritarme, patalear dentro de mi cabeza, rompiendo silencios, pero no puedo alcanzarlas. No puedo acercarme a ellas y darles mi sangre, y siento que poco a poco van muriendo.

Mi realidad es ésta: estoy parasitando en una casa ajena, porque un ser muy querido por mí me dio lugar, caso contrario estaría parasitando bajo un puente. Éste techo temporal no me ofrece ninguna garantía, conocer a los dueños de la casa tampoco, porque al fin de cuentas, soy una extraña que ocupa un local anexo a la casa (otra caja, 8 metros cuadrados de techo que gotea cada vez que llueve), usa su baño y tiene la llave del candado que cierra la puerta de entrada. Mi amiga me dio lugar, y le estaré eternamente agradecida por eso, pero no sé si habrá considerado todas las posibles instancias de la convivencia. Hay roces cada tanto, que me duelen tanto como el frío que entra a la noche por la cortina de metal que corona el frente de mi “cuarto”. No quiero que se me malinterprete: no me quejo ni de ella ni de su familia, ni del techo que tengo, pero efectivamente soy yo quien está demás. Estoy trabajando en un call center, donde día a día encuentran nuevas y originales formas de explotar a la gente, donde lo que diga o haga no importa, siempre y cuando “llame y corte, llame y corte…”. Y por sobre todas las cosas en mi realidad, en el día a día, estoy sola, con mis gatos, encerrada en el cuarto. En parte por elección, en parte por la incomodidad que siento cada tanto al sentirme, como ya dije, demás. Tampoco se tiene que malinterpretar esto: vienen mis amigas a verme, hablo y estoy con ellas, pero cuando me voy a dormir, cuando me siento en la mesa, estoy sola como nunca antes había estado. Siempre dije que quería vivir sola, pero por decisión, no porque no hay más opción. Y después de vivir dos años en un local-kiosco con mi mamá (solas las dos, con las presiones que eso arrastraba, pero juntas de cualquier modo) despertarme en una cama prestada y escuchar solamente autos que pasan por la calle o el ruido del tren, pesa.

Mi pasión es ésta: recibirme de doctora, clínica o neuróloga aún no está del todo decidido, y ejercer. Seguir escribiendo y dibujando, creando, dándole cuerpo y forma a mis pensamientos.

Concluyo que mi prisión actualmente, es la de no poder compartir con nadie ni mi realidad ni mi pasión. No porque no encuentre ni un oído que escuche ni una mano que se apoye sobre mi hombro, si no porque a mí me cuesta enormemente pedirlos. Y porque me genera una especie de culpa, llamémosla así, contarle a alguien lo que me pasa, ya que siento que le dejo en sus manos mi propia carga.

“Aspiramos a ser lo que auténticamente somos, pero a medida que creemos lograrlo, nos invade el hartazgo de lo que realmente somos”. (Oliverio Girondo)

Me encantaría en este momento de abismos cegados y espejos tapados, poder saber de manera exacta lo que soy auténticamente, aunque luego me harte, como diría Girondo.

Vasos & Besos.


sábado, enero 13, 2007

Por qué Arder... 




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En varios de los últimos posteos, el título fue “Arder”. Arder, porque sí, porque no tuve otra opción. Porque fue mejor quemarme a seguir esperando que el fuego me libere. Porque pensé que ya lo había perdido todo, y encontraron la forma de sacarme todo completamente. Creí que no iba a pasar una situación peor que cuando nos echaron de la casa, y la hija de re mil puta de la dueña del kiosco se las ingenió para hallar el modo de chantajearnos y lograr que nos fuéramos. O pagábamos $500 por un local de 15 metros cuadrados, o nos íbamos. Y nos fuimos, porque no podíamos pagar eso. Y ahí fue cuando perdí todo realmente. Desde que tenía 8 años aprendía estar y a trabajar en ese kiosco, a ser parte de él y hacerlo parte de mí. Todavía conservo la costumbre de mirar si hay golosinas nuevas para comprar. Fue muy duro. Demasiado. Pensé que me rompía, que algo adentro mío se congelaba para siempre (probablemente sucedió). Mi amiga Melina me dio lugar en su casa, pero aún no así no estoy del todo bien, a pesar de que estoy ahí desde septiembre. Mi mamá ahora está en Don Torcuato con mi papá. Giselle, Alejandra, Vico, como agradecerles todo lo que hicieron por mi. Estoy un poco mejor, afortunadamente conseguí trabajo, pero necesito mi lugar. Necesito un pedazo de tierra que sea mío, que nadie puede quitarme. Y sí, mejor quemarme a seguir esperando que el fuego me libere. Inmolarme completamente para ver si de las cenizas sale algo mejor, algo más libre, más brillante. Mejor que el fuego cauterice las heridas... Este fue el gran motivo gran por el cual no escribía seguido...

Vasos & Besos.


miércoles, diciembre 20, 2006

Deseo 

FELICES FIESTAS

Por ahora sólo eso... Para enero volveré a escribir a un ritmo coherente... Hasta el 2007, Vasos & besos.




domingo, noviembre 12, 2006

Arder (3) 

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Acurrucada por los rincones
mi sombra llora cenizas de metal.
Manos de lluvia golpean las paredes
y los ecos del pasado persiguen al presente.
Cicatrices como señales
marcan el camino de lo rancio y lo divino.
La ventana parpadea soles invisibles.
Siguiendo a mis insomnios
las hormigas se devoran las certezas.
La caída de un minuto entre las letras
estremece el silencio del musgo a mi alrededor.
Pero la puerta sigue quieta.
Impávida ante los destellos del suelo
surcado de rasguños impotentes.
Callada, con los ojos cerrados
a la nada que está adentro,
y al vacío que espera,
jugando a las cartas, afuera.
Hilos de viento anudan mis párpados.
La puerta se hace noche,
y aún despierta, sigue quieta.
Ríos de murmullos entre las estrellas
desacomodan los techos de papel de mis ideas.
(Una risa se cuela por la cerradura
en forma de llave muerta).


jueves, septiembre 21, 2006

Medusa (casi Arder) 


Un pedazo de tiempo cayó sobre mí.
Pétalos del pasado
reaparecen entre las hilachas del presente.
Un cartel de neón
me indica que el olvido
ya no está ahí para contenerme.
Mis dedos lloran las huellas
de lo que ya no es eterno.
Un silencio se filtra por las paredes,
y estoy tan sola, y tan ausente,
que su mortaja púrpura me envuelve.
Y estoy tan ida, tan transparente,
que se congela mi cabeza de serpientes.


Vasos & besos.


domingo, agosto 27, 2006

Arder (2) 

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Se apaga la luz del árbol azul,
lentamente las ramas acarician el suelo.

El nido se pierde en el aire.


La sangre transporta el veneno
del no sin sentido, del olor a invierno
que se va de vuelta dándome la espalda.

El nido se hunde en el agua.

Las llamas en el reloj

incendian el almanaque,
cremación inoportuna de lunas y tiempo.

El nido se aplasta en la tierra.

Voces grises me gritan cuando duermo,

le susurran a las cajas su destino.

El nido se agrieta en mis ojos.


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